Apolinario vive junto a su esposa, Tomasa, sus hijos Eduardo y Lucero y su madre Marta en el Sector III de Aldea Pachoj, en el municipio de Santa Cruz del Quiché, departamento de Quiché, Guatemala. Su hijo Eduardo tiene 8 años y es estudiante de primero primaria en la escuela más cercana, que queda a unos 10 kilómetros de distancia desde su hogar. Muy emocionado, Apolinario nos cuenta que Lucero acaba de venir al mundo apenas hace unos ocho meses atrás. Ambos son cuidados la mayoría del tiempo por su abuela, Marta, de 62 años de edad.
La familia se dedica a la agricultura. Tienen un huerto en el hogar y también tienen una plantación de tomate y de milpa (maíz), principal medio de subsistencia. Cuando hay buena cosecha, lo que sobra logran comerciarlo para comprar algunas otras semillas e incluso han ahorrado para comprar ganado. Tienen, en su mayoría, aves (gallinas, gallos y pavos) que usan para cultivar huevos y para comer cuando llega el momento adecuado o para alguna celebración. Tomasa, su esposa, en el tiempo libre se dedica a los tejidos. Han hecho algunas prendas para vender en el mercado local en la temporada de invierno, cuando las personas de la comunidad generalmente buscan más abrigo por el frío.
La familia ahora cuenta con un sistema unifamiliar de agua por gravedad, captando un nacimiento de su propiedad que queda a una distancia aproximada de dos kilómetros desde el hogar. "Creo que el agua segura es importante para cuidar a los hijos y para mantenerlos bien de salud. Hay que cuidarlos y que ellos usen agua limpia. Si uno tiene la capacidad (de invertir en un proyecto) por medio del apoyo de la institución, invito a los demás a que se animen para aceptar el proyecto y que cuiden a sus hijos con agua segura", comenta Apolinario. "Estamos con nuestro sistema arregladito y no nos preocupamos por tomar agua sucia. Acepten este proyecto para que sus hijos vivan tranquilos", termina recomendando a los otros comunitarios.
Pero las cosas no fueron sencillas para la familia de Apolinario. "Al inicio tenía desconfianza porque a veces venían de algunas empresas o instituciones a ofrecernos cosas, pero nunca volvían. Pero luego el equipo de Water For People Guatemala y de la municipalidad llegaron y hablaron conmigo y con otros líderes de la comunidad para enseñarnos mejor cómo funcionaba. Llegó el chorro y todo eso. Ya nos funciona bien", comentó Apolinario. "No sabía si decir que sí o decir que no, pero la verdad es que el personal de la institución me dio mucha confianza y con mi esposa pudimos tomar la decisión de invertir lo poco que teníamos para el beneficio de nuestros hijos. Ya tenemos agua suficiente en casa, ya no es como antes cuando nos tocaba ir a jalar el agua", cuenta.
Gracias al apoyo de Water For People y de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, 215 personas que viven en la comunidad ahora se pueden abastecer de agua gracias a estos sistemas no convencionales. Una parte utiliza sistemas unifamiliares y otra parte sistemas de captación de agua de lluvia. El que ha construido Apolinario es un sistema unifamiliar de agua por gravedad. Estos sistemas aprovechan pequeños nacimientos que son propiedad de la familia. Los cuales son captados para luego conducir el agua por medio de tubería PVC a un depósito para almacenarlo de forma segura cerca del hogar para que en el momento en el que necesiten del agua, este siempre disponible. La familia de Apolinario y otros comunitarios anteriormente extraían el agua con manguera desde la montaña, en donde se encuentran los nacimientos, pero era sumamente complicado almacenar el agua y no había un flujo constante, sobre todo en épocas de sequía cuando llegaba a hacer falta el agua hasta por dos semanas.
"La diferencia que hay es que ya no nos preocupamos por el agua, por lavar la ropa en cualquier rato o bañarnos, pero lo más importante es que mis hijos, mi madre y mi esposa ahora pueden tomar agua segura". Antes de la instalación del sistema solo había disponibilidad de agua en la mañana, cuando las corrientes del agua descendían por el cambio de temperatura de la tierra al amanecer. Los comunitarios se tardaban hasta unas cuatro horas para recolectar el agua para uno o dos días, sin contar cuando tocaba reparar o solucionar algún bloqueo de la manguera. En dichos casos tardaban incluso semanas en poder corregir el flujo hasta los hogares, por lo que recurrían a largas caminatas para recolectar el agua con tinajas.
El contar con agua segura les ha ayudado a prevenir enfermedades. "En el agua del pozo caen gusanos y animales salvajes. Ensucian y da cólera (enfermedad) a uno. Ahora protegida con su obra de captación (caja de concreto que protege y recolecta agua del nacimiento) el agua es más limpia y segura y llega hasta casa", menciona Apolinario. "Tenemos suficiente agua porque el proyecto llegó al sector. Ahora me siento feliz porque ya tengo mi depósito de agua arribita de mi casa y es lo que llega en el chorro".
El contar con agua segura en la casa permite que su hija e hijo tengan una rutina más clara y adecuada para que puedan estudiar. Eduardo ahora puede ir fácilmente a la escuela, en la que, a pesar de la pandemia, se les requiere que se presenten para continuar con el proceso adecuado de aprendizaje. Las escuelas no tienen la tecnología y tampoco la disponibilidad de señal para un correcto proceso de enseñanza en línea. Las familias no tienen los recursos para poderse conectar y el gobierno no considera esto en sus nuevos planes educativos.
"Les animo a otras comunidades si el proyecto no ha llegado para que decidan invertir en el proyecto porque sí funciona. Llega bien el agua a la casa funciona bien. Les animo a que se decidan a recibir el proyecto en su comunidad", cuenta, emocionado, Apolinario. Para él la vida ha cambiado mucho, porque puede invertir más tiempo en su huerto y en su cultivo. Puede dirigirse al mercado a horas más tempranas para comerciar, pero, sobre todo, puede dedicar un tiempo de calidad con su familia.
Para el resto de la familia los cambios han sido incluso más radicales y evidentes. Tomasa y Marta no deben recorrer la montaña a deshoras, en la noche y sin seguridad, para cubrir casi cualquier emergencia cotidiana en la que requieran agua. En ocasiones, cuando se enfermaba Eduardo, Tomasa debía recurrir a caminar hasta una hora por emergencia, buscando conseguir agua del nacimiento o de algún vecino que afortunadamente tuviera agua recolectada. De lo contrario, tenía que resignarse y desistir, lo cual empeoraba la situación.
Por otro lado, Eduardo puede disponer de tiempo para sus estudios durante la tarde y para colaborar en casa por la mañana. Incluso disfruta, de vez en cuando y muy provechosamente, como demuestra con su sonrisa, de un tiempo de retozo y entretenimiento con sus amigos vecinos. Lucero es aún muy pequeña, pero requiere de otro tipo de cuidados. Los baños con agua hervida ayudan a que su piel no se resienta. "Ella es la más consentida", bromea Tomasa.
Apolinario cuenta que anteriormente casi ninguno tenía acceso a agua potable en la comunidad. "Gracias al proyecto la mayoría en el sector ahora tienen aljibes (sistemas de captación de agua de lluvia) y usan chorros en sus casas. Animo a los vecinos para que se animen y acepten para invertir en los sistemas de agua".
"Gracias a Dios no se han enfermado mis familiares por el agua sucia. No teníamos capacidad de comprar los materiales, pero ahora nos sentimos alegres por el apoyo que nos echó la institución porque ya tomamos agua limpia", cuenta también Tomasa. "Agradezco bastante lo que Water For People y La Iglesia de los Santos de los Últimos Días nos han apoyado con este proyecto. Es un gran apoyo. Ha cambiado mucho nuestro sector. Ahora vivimos mejor porque ya tenemos captación y chorro en la casa, lo cual es más tranquilo para toda la familia", comenta.